En la literatura a lo largo del tiempo pueden encontrarse
diferentes enfoques y, por lo tanto, diferentes definiciones sobre emprendimiento. Estas visiones históricas son
interesantes porque reflejan el rol que juega el emprendimiento en cada una de las tres fases económicas que se
han esbozado.
Se cree que fue Cantillon, en 1755, el primer estudioso
que definió el concepto de emprendimiento. al calificar al
emprendedor como "alguien dispuesto a soportar el riesgo financiero personal de emprender un negocio". Esta
definición refleja el rol del emprendedor en la Europa del
siglo 18. Está más relacionada con una noción estática
del emprendedor y se refiere más al dueño de un negocio
que al creador dinámico de empresas tal como lo entendemos hoy.
Al final del siglo 19, la visión de Marshall estaba centrada
en la clase empresarial y su importancia para la economía
de mercado (Marshall, 1890). Él enfatizó el papel de los
emprendedores como impulsores del proceso de producción y distribución, coordinando oferta y demanda, en el
mercado, y capital y trabajo, en la empresa. La visión de
Marshall se relaciona bien con la idea de los emprende-
dores en sectores intensivos en escala, como un reflejo
de la etapa basada en la eficiencia. Schumpeter (1934;
1942) fue pionero en vincular el aspecto dinámico del emprendimiento a la innovación y el desarrollo económico.
Su concepto de la "destrucción creativa" puede ser relacionado directamente con el rol del emprendedor en las
economias basadas en la innovación.
Los emprendedores introducen nuevos productos y abren
nuevos mercados, mueven la frontera tecnológica hacia
adelante y destruyen la actividad económica basada en
las tecnologías más antiguas.
Las visiones actuales sobre el emprendimiento varían
y esto subraya la naturaleza multifacética de éste Davidsson (2004) identifica siete fenómenos asociados con
el emprendimiento, mientras que Wennekers y Thurik
(1999) aportan trece diferentes conceptos del mismo. En
un estudio reciente, Godin y otros (2008) identifican seis
elementos comunes al emprendedor.
Analizando en detalle las definiciones propuestas, los
tres principales componentes que pueden ser identificados son: actitudes emprendedoras, actividades emprendedoras y aspiraciones emprendedoras (Acs y Szerb,
2008). Estos componentes están interrelacionados en un
conjunto complejo de circuitos de retroalimentación. Por
ejemplo, las actitudes positivas hacia el emprendimiento
pueden incrementar la actividad y las aspiraciones emprendedoras, lo que a su vez afecta positivamente las
actitudes, en la medida en que aparecen más modelos
positivos que imitar. Del mismo modo, las aspiraciones
positivas pueden cambiar la naturaleza de la actividad y,
a su vez, cambiar las actitudes.
El grado en que las personas piensan que hay buenas
oportunidades para comenzar un negocio, o el grado en
que asignan un alto estatus a los emprendedores son, entre otros, indicadores de actitudes emprendedoras. Otras
actitudes relevantes podrían incluir el nivel de riesgo que
la persona está dispuesta a soportar y la propia percepción que el individuo tenga de sus propias habilidades, conocimientos y experiencia en la creación de un negocio.
Las actitudes emprendedoras pueden influenciar a las
actividades pero pueden a su vez ser influenciadas por
éstas. Por ejemplo, la legitimidad del emprendimiento en
una sociedad puede ser influenciada por el hecho de que
la gente conozca a alguien que ha iniciado un emprendimiento recientemente. Esto puede darse tanto por el nivel
de la actividad emprendedora como por la actividad de
redes sociales existentes en la sociedad. Las personas
que conocen otras personas que recientemente han empezado un emprendimiento podrían, a partir de la familiarización con el proceso, considerar el emprender como
algo legítimo.